No me consta que la vida es
un ciclo, mejor me aferro a mi familia, a mis amigos o quizá a Dios, sí… tal
vez por tranquilidad, no sé, ¿por qué nos aferramos a la emoción? ¿Quién lo
sabe? Y el que lo entienda y pueda responder que no lo diga, es superior la
vida con designio sin sentido, sin explicación, sin normalidad, sin mismidad,
temerosos del futuro pero con desarraigada pasión del presente, cuesta
visualizarse adelante porque están las adustas ilusiones de la vida, y que tal
si fallo, que pasaría si la ilusión no es.
A mis padres quisiera
decirles cuanto los quiero pero no encuentro la confianza, un abrazo, una
caricia en sus cabellos canos, recuerdos, risas, y en el fondo es algo más
profundo, es como la esencia del sahumerio, está presente el olor y lo sabemos
distinguir, pero está la postura espiritual, la intangible, la que lleva la
mano a la caricia, y esa misma es la que se apena para un te quiero, para
contar los planes del futuro, pero… ¡cuánto los quiero! ¡Cuánto los quiero!
Desde niño con los mismos,
nadie ha cambiado, trabajan, unos más “avispados”
que otros, otros no están a veces, se recuerdan en la alucinación del olor del
cannabis, pero son los mismos, con más “mañas” o más idos, son los mismos,
somos los mismos, sin vidas extraordinarias, a no ser que una madre pague para
que lo publiquen en la página social del periódico local el día de su
cumpleaños y además agreguen en el pie de foto, “el cumpleaños se llevó a cabo
en un prestigioso restaurante de la ciudad” y uno pudo ver que almorzaron en la
casa arroz chino, son ellos, somos así, son las costumbres las que nos mantiene
juntos, si yo tengo una ilusión a futuro ellos ya las perdieron, porque
temieron profundamente, se arriesgaron y buscaron comodidad, yo también tengo
miedos, no estoy cómodo pero no quiero la comodidad de un salario y encontrar la
alegría en la fiesta de fin de semana, pero estamos todos en lo mismo sin vida
extraordinaria y creyéndonos importantes.
Le escribiré una carta a la
mujer que amo, quizá la lea con su amante, el de la impostura, el que ella no
conoce y cree conocer, porque mira los amores cuando inician las declaraciones
cuanta mentira, cuanto temor a la soledad, incluso yo le escribiré, le diré que
la amo así como se deben amar los hombres, con desgracia, entregados hoy porque
mañana se puede acabar la magia, la costumbre se filtrará entre los dos quizá,
además quien conoce mis anhelos, hoy tengo unos, mañana… mañana… lo más seguro es que sean otros, por eso le
escribiré para que recuerde que alguna vez la amé...
En silencio intento
hallarte, buscarte y buscarme una explicación, igual que “la hora de tinieblas”,
pero me manifiesto en silencio, y actuando en voz alta voy a la iglesia, no
pregunten por qué, no hay respuesta, bueno… sí la hay, pero no la quiero
escuchar, Erick Fromm la conmemora con rudeza, ¡ay Dios! con nostalgia te repaso
en mi desgracia, y en mi dionisiaca vida ni te me cruzas por la memoria, así es
mi relación contigo, a fin de cuentas mi vida no depende del azar pero cuanto
me gustaría, y aún estoy pendiente de una señal porque este camino se torna
rocoso y estoy descalzo.
El contexto ya no está,
escudriñando intrínsecamente se va agotando la verdad, una vida falsa, una
muerte segura, quiero olvidarme de mí y ser realmente quien soy, por ahora
estoy sereno en un viaje literario de pasiones inciertas, emociones imprecisas
que me sosiegan, que me dejan en la tranquilidad de la ignorancia… ¿y tú, amigo,
todavía estás?