Es difícil encasillar “El Carnero”[1]
en una categoría literaria o histórica, es más cuando se empieza la lectura del
libro, es casi que ineludible la pregunta ¿a qué tipo de texto pertenece? Esta interrogación
se torna tan necesaria como una lectura minuciosa.
En sí, y a grandes rasgos, “El
Carnero” expone todo el transcurso de la colonización española en el Nuevo Reino
de Granada, presentando fechas, nombres y sucesos, elemento que lo caracteriza
y lo presenta como un texto histórico. Por otro lado las concepciones
literarias vienen expuestas en los micro-relatos, como: el indio dorado, el
engaño del diablo, Inés de Hinojosa, (historia que inspiraría a muchos otros
autores) entre otras narraciones que se van desenvolviendo a través del texto.
“El Carnero” es pues un texto denso de difícil
calificativo, incluso fue muy popular en el tiempo en el que se escribió, pues
narraba en ocasiones, los chismes de ese pequeño pueblo en construcción llamado
Bogotá, y eso lo hacía de suma interés para los lectores, pues en ciertos
momentos podrían tal vez encontrar allí los sucesos del vecino. El libro se comenzó
a difundir rápidamente en los hogares y llegaba envuelto en un papel similar al
que entregaban la carne en el mercado, por ello toma el nombre de “El Carnero”.
La apología literaria de la
obra puede realizarse si se quiere, desde el misticismo de los relatos, la calidad del lenguaje significativamente
rico para la época y la participación de los habitantes de Bogotá dentro del
texto. Es suculento el oscurantismo de algunos apartes de la obra, por ello lo
podemos calificar como místico, pues bien tenemos en cuenta que se perciben
creencias espirituales, mitológicas, y que podemos evidenciar brujas y brujería
en la construcción de algunas narraciones, es allí donde puede haber algo literario,
porque si bien el autor reafirma eventos sobrenaturales, podríamos indicar tácitamente
que estos hechos son reales, como podríamos calificarlo de un suceso falso. El lenguaje
se torna revelador, para aquella época pocos habitantes sabían leer y escribir,
es entonces un texto pulido, metódicamente diseñado para informar a los
bogotanos específicamente, con un lenguaje rico en algunos capítulos, porque
con justicia debemos decir que en otros no tiene nada de literario, es más al
final de ciertos capítulos del inicio podemos pasar dos páginas con menciones
de nombres y fechas.
“El Carnero” puede también
tener matices históricos, por las fechas mencionadas, y la presentación de cómo
se funda Bogotá y como se trasladan los colonos hacía en centro del país. Es evidente
que el autor tenía gran bagaje académico por la mención de cómo se van
desarrollando los sucesos en medio de la colonización y la presentación de
nuevos saberes a nuestras culturas aborígenes, incluso podemos evidenciar las
primeras iglesias que se construyeron en el primer centro urbano de Bogotá y
quien fue su fundador, asumimos pues todos estos sucesos como datos históricos que
reviven una época sometida y puesta a grandes cambios.
Me parece necesario dejar
dicho que las pocas aproximaciones literarias estaban para aquella época
sumamente cargadas de historicidad, incluso las podemos señalar más como
crónicas que como novelas o poesías, si recordamos pues a Juan de Castellanos y
su épico poema heroico “Elegías de varones ilustres de Indias”, sin embargo la
crónica fue fundamental para los primeros textos creados en estas tierras, pues
cuando enviaban los escritos a Europa, parecían textos literarios salidos de la
imaginación, porque no podían escribir cabalmente la forma de un loro ni una
guacamaya ni de ninguno de los animales exóticos con los que nunca habían
tenido contacto.
Me parece que la discusión para
enfocar “El Carnero” en literatura o historia es leguleya, porque se evidencia
ambos tipos de textos, lo importante aquí es recalcar y resaltar la labor de Freyle
por la composición de un buen texto, un texto que no es para los primeros
lectores y mucho menos para jóvenes estudiantes, un texto denso y complejo,
lento, el cual con una buena lectura nos puede sumergir en la creación de
nuestras raíces, es conocernos un poco más como colombianos, y finalmente
reafirmarnos en él porque estas concepciones nos compete, y no olvidar que
nuestras primeras letras estaban tan cargadas de un sincretismo cultural que no
podían ser ellas simplemente, sino una hibridación constante y compleja de
nuestras visiones de mundo.
[1]
“El Carnero” es un libro de Juan Rodríguez Freyle escrito en 1638, cuenta con
21 capítulos y dos anexos, un importante libro de literatura colonial
colombiana.