Las expresiones artísticas
evidencian de una u otra manera la cultura, manifestamos certeramente nuestras
experiencias intimas que absorbemos de la sociedad que nos determina, incluso
en ocasiones, nos somete, por ello, el arte en general, es tan contestatario
como sumiso, sin embrago, las nuevas propuestas artísticas, conservan consigo
un tono anarquista contra el sistema, paradójicamente al que también intentan
ingresar.
Con esto en mente, me
aventuraré a desafiar las aguas turbias[1]
de la posmodernidad, esa época tan efímera pero tan determinante en nuestra
concepción del arte actual y producción económica del mismo, es verdad que
desafió muchos esquemas totalitarios en cuanto a las posturas intelectuales, comportamentales
y teóricas, para proponerse como movimiento, adentrándonos a su perspicaz y consciente
caos, dentro de un mundo capital que evidentemente tiene como Dios y juicio, la
producción en masa, tanto económica como social.
Ahora bien, uno de los más
grandes expositores sobre estos temas un tanto resbaladizos, es sin duda Jameson,
quien deja en evidencia –quizá- desde una postura Marxista, la relación de
producción cultural y capitalismo, y sin titubeo alguno, ese trance contestatario
contra el modernismo tan culto y si se quiere clásico, mostrando de esta manera
una época que se mueve en medio de avances tecnológicos como parte de un proceso
de globalización, siendo pues, una forma de cosificación, que entra al mercado
como una tendencia más de la moda, convirtiéndose por lo tanto en un evento de
consumo rápido y para todas las esferas sociales, sin importar la comprensión
de la obra, sino el consumo, de ahí que evidenciemos una contra-respuesta a la
modernidad, donde el contenido en sí mismo tenía un contexto significativo y
exponencial, mas no, meramente estético y artificial como comienza a presentarse
en la posmodernidad.
La verdad, es que este
adorno estético, donde ya todo asume una naturaleza artística en sí misma,
debate un tema político fuerte e intrincado, en el cual se desenvuelve un
proyecto controlado por los que tienen el poder (económico), y que la sociedad
asume inocentemente porque son parte del proceso de nuestra evolución:
La
fabulosa proliferación actual de los códigos sociales en las jergas
profesionales y disciplinarias (y en las señas que afirman la adhesión étnica,
de género, racial, religiosa y de grupos) es también un fenómeno político, y
esto lo demuestra con creces el problema de la micropolítica. Si las ideas de
una clase dirigente fueron una vez la ideología dominante (o hegemónica) de la
sociedad burguesa, hoy los países capitalistas avanzados son un campo de
heterogeneidad estilística y discursiva carente de norma. Líderes sin rostro
siguen aplicando las estrategias económicas que constriñen nuestras
existencias, pero ya no necesitan imponer su discurso (o son incapaces de
hacerlo); y la cultura postliteraria del mundo tardocapitalista no sólo refleja
la ausencia de todo gran proyecto colectivo, sino también el desvanecimiento
del viejo lenguaje nacional. (Jameson, 1991: 9).
Aquí evidenciamos, no sólo
una política de comportamiento y de control de masas, sino la apropiación de
nuevas estructuras estéticas, que irán a componer las manifestaciones
artísticas nuevas y dotarán significados universales dentro del medio que las
consume, o sea, en la sociedad.
Con todo esto, evidenciamos
que existe un cambio, por lo tanto la historia se sumerge causalmente dentro de
los forasteros procesos creativos, si bien los románticos desearon plasmar lo
absoluto dentro de su obra, e indagaban y deambulaban en los detalles más
significativos para acrecentar su valor; los receptores de cierta manera debían
tener un conocimiento perceptivo y complementar el contenido tanto espacial
como temporalmente; todas estas envolturas quedaron en el limbo dentro del
posmodernismo, perdían moderadamente su capacidad subversiva y elocuente para
señalar los procesos políticos contingentes, y las propuestas quedaban
relegadas especialmente a la economía de masas, siendo difícil evidenciar las
tendencias políticas, si es que existen dentro de la propuesta artística, dejando
la obra sujeta a una representación de los pasos comunes de la sociedad, o como
bien lo expone Jameson:
Pero
este hipnótico nuevo modo estético surgió a su vez como síntoma preciso del
declive de nuestra historicidad, de nuestra posibilidad vital de experimentar
la historia de modo activo. No se puede decir, por tanto, que produzca esta
extraña ocultación del presente por su propio poder formal; más bien, habría
que decir que sólo demuestra las enormes proporciones de una situación en la
que cada vez somos más incapaces de forjar representaciones de nuestra propia
experiencia actual. (Jameson, 1991: 12).
Por ende, vemos que el arte
al servicio de la historia –mas correspondiente a los modernistas- observaba un
mundo plano, sin hostilidad, donde los regímenes políticos y sociales estaban
concentrados en la elite, es decir, había un público selecto que entendía y no contrarrestaba
las opiniones de lo establecido, aunque entendían que los cambios industriales
y tecnológico los estaban absorbiendo, por ello en muchas creaciones románticas
evidenciamos una nostalgia, una rebeldía que buscaba una razón para vivir,
mientras con los posmodernistas, todos estos esquemas desaparecen, incluso, la
vida misma no tiene sentido, y sentirla es una elección tan ilusoria como las
propuestas artísticas que se quedaron humanizando y capitalizando, en lo banal,
en el sin sentido, pues la meta es sólo encajar en el movimiento, y el estar
excluido no fue una opción.
Por otra parte, Linda Hutcheon, opone esta teoría de
Jameson, buscándole un sentido a lo contemporáneo, ella dice: “aquilo que quero
chamar de pós-modernismo é fundamentalmente contraditório, deliberadamente
histórico e inevitavelmente político, Suas contràdições podem muito bem ser as
mesmas da sociedade governada pelo capitalismo recente, mas, seja qual fora o
motivo, sem dúvida essas contradições se manifestam no importante conceito pósmoderno
da "presença do passado". (Hutcheon, 1992: 17). En
esta postura se evidencia lo que hemos venido exponiendo desde Jamenson, sin
embargo acá hay algo de suma importancia y quizá le da un valor agregado, eso
es: el pasado; ese extraño evento que ya existe, que sin embargo nos empeñamos
en vivir, o parafraseando el texto de Linda Hutcheon con la posmodernidad no
hay un retorno nostálgico, sino una nueva propuesta estética, un nuevo
lenguaje, un dialogo irónico con el pasado, por lo tanto, es desconocido y se
empeña en demostrar el presente, el momento, más allá de concordar la idea, de
que es un acto especialmente capitalista y un tanto esnobista.
Sin embargo, para Hutcheon
la historicidad artística del posmodernismo está más allá de la mera meta-ficción
y los relatos románticos, incluso se atreve a decir que la gran propuesta de
los posmodernos, está en la formación de la cultura de masa como fuerzas
totalizantes que existen para desafiar, evidenciando en ello, que los
posmodernistas en realidad no es que no reconocieran el pasado, simplemente, intentaron
omitirlo siendo conscientes que existió, es decir, desafiaron el pasado pero no
lo negaron, simplemente lo dejaron en el recuerdo social muy aparte de sus
nuevas propuestas artísticas.
Las diferencias posmodernas
son múltiples e imprevistas, pese a ello y al mundo globalizado que se suscribe
en los actuales momentos, algunos artistas pueden llevar sus obras a otras
esferas sociales, y son aceptadas dentro del plano estético, más allá de su
contenido “romántico”, como bien lo expresa Anthony Kwame Appiah.
Por lo tanto, ese sujeto
posmoderno que presenta Hutcheon, es un ente en sí mismo original, nacido de un
pasado contingente, y proyectado a vivir el ahora con la vacuidad contestataria
del sin sentido, como reforma de su propia existencia, adverso a lo que planteó
Jameson, donde este sujeto no tenía ni siquiera una postura artística más allá
de la simple representación caótica del mundo perdido, es así que el
posmodernismo tiene sentido, no sólo desde su angustia por ser y existir, sino
desde la misma protesta de seres humanos malgastados y sin visualización a
futuro, contrarrestando las oposiciones de su obra, especialmente en la
literatura y en la pintura, como bien la sustenta Hutcheon, siendo así no ya un
movimiento cerrada y homogéneo, sino abierto y amplísimo, que recibe todas los
actos sociales, especialmente el capitalismo y la moda como esencia cultural.
Ahora, interesa plantear,
que el posmodernismo por tanto, se contrapone paradójicamente, a las propuestas
que ellos mismos plantean, discutiendo todos los sistemas de argumentación:
A arte pós-moderna afirma de maneira idêntica, e depois ataca de maneira
deliberada, principios como valor, ordem, sentido, controle e identidade (…),
que têm constituído as premissas básicas do liberalismo burguês. Esses
princípios humanísticos ainda atuam em nossa cultura, mas muitos acreditam que
eles já não são considerados como eternos e imutáveis. As contradições da teoria
e da prática pós-modernas se posicionam dentro do sistema, e mesmo assim atuam
no sentido de permitir que as premissas desse sistema sejam consideradas como
flcções ou como estruturas ideológicas. (Hutcheon,
1992: 28).
Por ello, es pertinente dejar claro, que los posmodernistas entienden
todos estos valores implantados socialmente, pero los atacan, y eso permite en
gran medida que la posmodernidad no sea un simple acto de momento y sólo para
la elite, sino que abarca la sociedad en pleno, así como lo explica Hutcheon cuando dice que la cultura con “C” mayúscula
y la cultura con “c” minúscula son para ellos (los posmodernistas) un circulo expositivo
de iguales magnitudes.
Appiah por lo tanto, nos invita a ver este acontecimiento posmoderno
como un inicio general del arte, pues argumenta[2]
desde las exposiciones a nivel global, tanto para los nuevos artistas que muchas
veces crean desde sus experiencias locales, y que intentan globalizar sus
propuestas de forma concreta, opciones que como bien lo dice Appiah, antes eran
más limitadas o casi nulas. Estas aperturas que permiten ese sincretismo
cultural, detallan los nuevos contextos artísticos que se dan desde diversos
puntos de vista y son aceptados sin importar la mímesis o la dialéctica
regional que contengan. Apiahh se vale de ejemplos africanos, para dejar claro
que ahora el arte de áfrica, con sus salidas al exterior, tiene excelentes
acogidas y oportunidades para los artistitas que tiempo atrás, el presentar su
obra por fuera de sus países era apenas una utopía, haciendo estas obras parte
del baluarte comercial que trajo consigo la posmodernidad.
Es interesante la observación de Appiah, porque refleja la influencia
que ha tenido África con respecto a la cultura de occidente, a partir de los
actos mercantiles del posmodernismo, incluso se interesa por exponer unos ejemplo
postcoloniales, donde se evidencia que esos trazos que sufrieron con el
colonialismo fueron absorbidos rápidamente por los africanos y adaptadas a sus
costumbres, hecho que se puntualiza como substancia mas no en forma con el posmodernismo.
Entendemos entonces, que para Appiah el posmodernismo es esa ventana al
otro mundo tanto para mostrar como para ver, y que al contrario del postcolonialismo
permite una expresión completa de los artistas, porque las obras no serán simplemente
para una comunidad especifica sino que ahora son un evento sin límites de
referencia.
Con todo lo anterior, vemos que la postura de Jameson de un
posmodernismo meramente capitalista, es en cierta medida grato para las
manifestaciones artísticas venideras y las que ya lo viven o están viviendo,
pues Appiah y Hutcheon lo exhiben no sólo como un mercado leguleyo, sino que ejerce
en sí mismo un poder de globalización, que permite un sincretismo y un
multiculturalismo amplio, sin restricción de genero social. Si algo es evidente
es que estamos en un momento occidental, donde la estética y la gran mayoría de
las ordenes sociales están establecidas, pero no cerradas y bien el
posmodernismo nos ha acercado de una u
otra manera, en ocasiones hasta inconscientemente, porque muchos de nuestros
actos sociales locales, ya están viviendo ese momento, el aquí y ahora que Jameson
detalla.
Finalmente, deseo decir, que con la posmodernidad, hay un encuentro con
la totalidad, y debemos comprender, que los fuertes imperativos de la historia
ya no serán más esas ideas regionalistas, de patria, pueblo y Dios, sino que a
partir de ese momento se presentan como globales, es la nueva forma de escribir
la historia, de ordenarla sí es que tiene un orden, pero más allá de esto y de
las propuestas un tanto recalcitrantes de los estudiosos de esta época, la posmodernidad
se suscribe como un acto nuevo, que permite todo, hasta lo prohibido, sin dejar
de ser erudito, en realidad no es un movimiento banal, sino un ignorado proceso
estético, que paradójicamente se mueve entre lo intelectual, y lo más banal y satírico
de la sociedad, siendo así ambivalente y con un contenido franco por no estar limitado
a ninguna esfera social, incluso la postura meramente capitalista y esnobista
lo enriquecen como proyecto humano, dentro de un mundo que cada vez más se
empeña, en un contexto global de convivencia.
Bibliografía.
- Jameson, Fredric. La lógica cultural del capitalismo tardío. Atocha: Madrid (España) 1992.
- Appiah, Kwame Anthony. Na casa de meu pai. O pós-colonial e o pós-moderno. Editorial Contraponto (Brasil) 2007.
- Hutcheon, Linda. Poética do pós-modernismo. Editorial Imago: Río de Janeiro (Brasil) 1991.