viernes, 28 de junio de 2013

Abrazó la muerte.


Abrazó la muerte. Comprendió que hacía parte de la muchedumbre y se dejó llevar, levitaba angustiado, regresaba la cabeza a todos lados anhelando atender una respuesta, pero sólo una, la que siempre ha deseado escuchar, conservaba la esperanza y todas las miradas lo acusaban.
En el centro comercial evadía su desasosiego y ocultaba tras la máscara de la risa su triste condición de vulgo; sin embargo a veces acudía a la biblioteca con la justificación inexplicable del adicto, porque bien sabemos que leer es un maldito vicio que te hace falta, que en la abstinencia te reprime, y en el consumo deseamos detener el tiempo para no despegarnos de ese pensamiento ajeno que se torna propio; o a veces, hacía deporte porque para él, representaba todo lo contrario a la lectura, no pensaba ni siquiera en banalidades, pero este era especialmente era un encuentro con él mismo, y lo alejaba de la muerte.
Un día normal, como todos los días, entró a la biblioteca, ubicó el libro que lo estaba desvelando, en la silla de siempre comenzó a leer, al frente estaba la muerte, no la desconocía, sabía quién era, habían cruzado palabras, entonces se paró y se dirigió a ella, le besó la mejilla y…
Abrazó la muerte. Comprendió que hacía parte de la muchedumbre y se dejó llevar, levitaba angustiado, regresaba la cabeza a todos lados anhelando atender una respuesta, pero sólo una, la que siempre ha deseado escuchar, conservaba la esperanza y todas las miradas lo acusaban.