En la niñez aprendí algunos, tal vez, muchos poemas de Rafael Pombo, inclusive podría decir que para muchos colombianos Rafael Pombo está acompañando sus reminiscencias más íntimas. Siempre cantamos, recitamos o leímos: Simón el bobito, la pobre viejecita, el renacuajo paseador, entre otros… Pero como tocado por un ángel, para muchos católicos, tocado por el ángel Lucifer, escribió está pieza existencial, donde cuestiona no sólo su desorientada vida sino que reflexiona con el Dios intangible. Esto le costó la excomunión de la iglesia, que para que para el siglo XIX era una tragedia. En mi humilde opinión, que no es más que una opinión sesgada por la pasión literaria, -y a pesar de agradecer los recuerdos de cuando canté sus poemas infantiles y mi familia batía palmas-, Rafael Pombo, es uno de los autores colombianos más obscuros y existenciales, toda la desgracia de la existencia, el cuestionamiento de porqué estar aquí arrodillado frente a un Dios soberano que castiga y salva, pero tiene su libre albedrío para elegir sus adeptos misericordiosos, esta detallado en este largo poema, tan largo como su nostalgia y magia creadora. La hora de tinieblas, es un texto abrumador, nostálgico y sobretodo cuestionador, para quien lo encuentra, para quien lo lee, para quien lo acoge es una revelación profunda de la existencia y la condición humana, religiosa y dependiente. Que la misericordia del Dios poderoso te bañe en tus días cotidianos porque aquí en este poema Dios todavía se está cuestionando que hizo mal.
LA HORA DE TINIEBLAS - Rafael Pombo.
Cogitavi dies antiquos ;
et annos aeternos in mente habui.
Et meditatus sum nocte cum corde meo, et exercitabar,
et scopebam spiritum meum.
¿Numquid in aeternum projuciet deus ;
aut non
apponet ut complacitior sit adhuc ?
(Pensé en
los días antiguos, y tuve en mi espíritu
los años
eternos. De noche medité en mi corazón : me
ejercitaba
y purificaba mi espíritu. ¿por ventura desechará
Dios para
siempre o no volverá a ser benévolo ?)
¿por qué,
si puede Dios, no satisface a la hambre
cruel que nos devora ?
CARVAJAL – SALMO
I
¡Oh,
qué misterio espantoso
Es
este de la existencia!
¡Revélame
algo, conciencia!
¡Háblame,
Dios poderoso!
Hay
no sé qué pavoroso
En
el ser de nuestro ser
¿Por
qué vine yo a nacer?
¿Quién
a padecer me obligue?
¿Quién
dió esa ley enemiga
De
ser para padecer?
II
Si
en la nada estaba yo
¿Por
qué salí de la nada
A
execrar la hora menguada
En
que mi vida empezó?
Y
una vez que se cumplió
Ese
prodigio funesto,
¿Por
qué el mismo que lo ha impuesto
De
él no me viene a librar?
¿Y
he de tener que cargar un bien contra el cual protesto?
III
¡AIma!
si vienes del Cielo,
Si
allá viviste otra vida
Si
eres imagen cumplida
Del
Soberano Modelo
¿Cómo
has perdido en el suelo
La
fe de tu original?
¿Cómo
en tu lengua inmortal
No
explicas al hombre rudo
Este
fatídico nudo,
Entre un Dios y un animal?
IV
O
si es que antes no exististe,
Y
al abrir del mundo al sol
Tú,
divino girasol
Gemela
del polvo fuiste,
¿Qué
crimen obrar pudiste?
¿De,
contra quién, cómo y cuándo,
Que
estuviese a Dios clamando
Que
al hondo valle en que estás
Surgieses
tú, nada más
Que para expiarlo llorando?
V
Pues
cuanto ha sido y será
De
Dios reside en la mente,
Tanto
infortunio presente
¿No
lo completaba ya ?
Y
¿Por qué, si en él esta
Del
bien la fuente suprema,
Lanzó
esa voz o anatema
que
hizo súbito existir
Un
mundo en que oye gemir
Y un hombre que de él blasfema ?
VI
¿Cómo
de un bien infinito
Surge
un infinito mal,
De
lo justo lo fatal,
De
lo sabio lo fortuito?
¿Por
qué está de Dios proscrito
El
que antes no le ofendió,
Y por
qué se le formó
Para
enloquecerlo así
De
un alma que dice sí
Y un cuerpo que dice no?
VII
¿Por
qué estoy en donde estoy
Con
esta vida que tengo
Sin
saber de dónde vengo,
sin
saber a dónde voy ;
Miserable
como soy,
Perdido
en la soledad
Con
traidora libertad
E
inteligencia engañosa,
Ciego
a merced de horrorosa
Desatada tempestad?
VIII
Hoja
arrancada al azar
De
un libro desconocido
Ni
fin ni empiezo he traído
Ni
yo lo sé adivinar;
Hoy
tal vez me oyen quejar
Remolineando
al imperio
Del
viento; en un cementerio
Mañana
a podrirme iré,
Y
entonces me llamaré
Lo mismo que hoy: ¡un misterio!
IX
De
pronto así cual soñando
En
alta mar sorda v fuerte
Entre
la nada y la muerte
Me
encuentro a oscuras bogando;
Sopla
el tiempo, y ando, y ando,
Ignoro
a dónde y por qué,
Y
si interrogo a la fe
Y a
la razón pido ayuda,
Una
voz me dice «duda»
Y otra voz me dice «cree»
X
Con
menos alma, quizás
Sólo
la segunda oyera,
O
con más alma, pudiera
No
equivocarme jamás:
Entonces
creyera más,
O
al menos, dudara menos;
Pero,
a malos como a buenos
Plugo
al Señor conceder
Luz
bastante para ver
Que
estamos de sombras llenos.
XI
La
debilidad por guía,
La
tentación por camino,
¿Es
de virtud el destino
Que
su bondad nos confía?
¿Es
fuerza que en lucha impía
Nos
pruebe el Genio del mal
Para
ir a un condicional
Anhelado
Paraíso?
¿Para
ser bueno es preciso
Poder
ser un criminal?
XII
Mas...
¡soy libre! y ¿para qué?
Para
enrostrarme a mí mismo
EI
caer a un hondo abismo
Que
otro ha cavado a mi pie,
Y
renegar de la fe,
Luz
de mi infancia serena,
Y fiar
a un grano de arena
La
eternidad de mi ser,
Debiendo
yo responder
De la creación ajena.
XIII
¡Somos
libres! ¡libertad
Que
no deja ni el consuelo
De
enrostrar el mal al Cielo
O a
nuestra fatalidad!
¡Libres...
y la voluntad
Es
plena para el deber!
Libres...
y hay luz para ver
Lo
que es crimen desear,
Y
alma para delirar,
Y
corazón para arder!
XIV
¡Libres,
cuando delincuentes
Desde
el vientre maternal
Ya
éramos siervos del mal
Y
del dolor penitentes;
Y
con cadenas ardientes
Al
crimen de otro amarrados
Ya
estábamos sentenciados
A
purgarlo aquí por él
Y a
extender para Luzbel
La
siembra de los pecados!
XV
¡Oh,
Adán! ¿cuándo estuve en ti?
¿Quién
te dio mi alma y mi pecho?
¿Quién
te concedió el derecho
De
que pecaras por mí?
Si
en tu falta delinquí
Y
en tu infición me condeno,
¿por
qué un Dios tan justo y bueno
No
me lavó en la virtud de otro Adán, y la salud
No me volvió en cuerpo ajeno?
XVII
¡Absurdo!
¡no puede ser!
Y
sin embargo es, y ha sido,
Y
aquí lo siento, esculpido
En
el fondo de mi ser,
Cual
si otro Dios, Lucifer
Concurriese
audaz con Dios
AI
soplar dentro de nos
El
vital celeste lampo
Y
fuésemos luego el campo
Del
batallar de los dos.
XVIII
¡Esperanza
que me engañas,
Tentación
que me provocas
Pasiones
que con mil bocas
Me
desgarráis las entrañas
Ciencia
que mi vista empañas,
Orgullo
que atas mi oído.
Razón
que sólo has servido
Para
perder la razón. . .!
...¡Ay!
Contra tantos ¿qué son
Los
que de polvo han nacido?
XIX
Dios
que por prueba concitas
Enemigos
qué vencer
Dáme
armas, dáme poder
Para
la lid que suscitas.
Pero
si el poder me quitas,
Libre
renuncio a existir,
Pues
no debo consentir
Que
me hayas venido a echar
Esclavo
para lidiar
Libre para sucumbir.
XX
Si
dijiste: "A cada cual
El
bien y el mal le propongo,
El
escoja y yo dispongo",
¿El
hombre ha escogido el mal?
Escoge
el reo el dogal
O
unce el libre su cadena?
Si
su ciencia, mala o buena,
Le
basta para escoger,
¿El
mismo ha venido a hacer
La elección que le condena?
XXI
Si
libre siempre ha elegido
El
hombre flaco y mortal,
¿A
elegir siempre su mal
Qué
negro azar lo ha impelido?
Y
si, una vez que ha caído
Libre
alguna vez se vió,
¿Cómo
de nuevo tornó
De
su pérdida al abismo,
Enemigo
de sí mismo
Y
del ser que lo creó?
XXII
Si
tu infinita bondad
Presidió
a cuanto hay creado,
¿Por
qué le diste al pecado
Sombra
de felicidad?
¿Por
qué de la adversidad
Hiciste
hermano al delito?
¡Ah!
con verdad está escrito
Que
cuando tu ángel bajó
Sólo
un Lot, un justo, halló,
En la ciudad del maldito.
XXIII
Nula
es mi sabiduría,
Pobre
mi benevolencia
Pero
si la Omnipotencia
Un
instante fuese mía,
¡No!
yo no concebiría
Culpas
de la criatura!
Santa,
universal ventura,
Fuera
un himno sin cesar
¡De
incienso para mi altar !
¡De amor para mi hermosura !
XXIV
No
así en la obra de aquel
Que
desóyenos su nombre,
Cual
si el tormento del hombre
No
lo atormentara a él;
Cual
si pudiera cruel
Ser
también consigo mismo,
O
suscitar el abismo
Do
impele a su creación
Por
dar lugar al perdón
Con que adula su egoísmo.
XXV
¿Quién
te hizo Dios? ¿Por qué, di
Cómo,
dónde y cuándo vino
Privilegio
tan leonino
A
corresponderte a ti?
¿Por
qué no me tocó a mí
Ese
poder de poderes?
¡Ay!
siendo lo que tú eres
No
fuera el mundo cual es,
O
aplastara con mis pies
Tan triste enjambre de seres.
XXVI
¡He
aquí el mundo que a tu acento
Vió
la hermosa luz del día!
Si
fuese mi obra, sería
Mi
eterno remordimiento:
Fue
un edén tu pensamiento,
Un
infierno resultó,
Y
al hombre que te burló
Y
audaz tu imagen degrada
No lo vuelves a la nada
XXVII
¡Qué
importa, oh sol, tu esplendor
Jugando
en mil gayas lumbres
Desde
las nevadas cumbres
Hasta
la nítida flor!
¡Que
importan, noches de amor
Tus
cariñosas estrellas. . . !
¡Ah!
tantas cosas tan bellas
Que
provocando a llorar
Parecen
hoy extrañar
Delicias que vieron ellas!
XXVIII
Del
templo monumental
Siguen
contando el portento
El
fúlgido pavimento
Y
el dombo etéreo, inmortal;
Mas
donde un velo nupcial
Cubrió
angélicos sonrojos,
Hoy
nos ofenden los ojos
Ahuyentándonos
infectos,
Abominables
insectos
Que procrean entre abrojos.
XIX
El
palacio en que a reinar
El
Creador nos convida,
Se
tornó en prisión por vida
De
aislamiento y de pesar.
De
su excelso palomar
El
alma inocente huyó:
Atraída
cuando vió
Tu
hermosura de la pampa,
Cayó
aquí, como en la trampa
Que para el buitre se armó.
XXX
Lástima,
lástima horrenda
Ver
en tal desarmonía
Claro
sol y alma sombría
El
viviente y su vivienda.
Sentir
la eterna contienda
Y
el caos siniestro interior,
Cuando
todo en derredor,
Todo,
excepto el hombre infando,
Va
en paz y en orden cantando
La gloria de su Hacedor.
XXXI
¡Oh
angustia! sentir por dentro
De
este infernal laberinto
La
espuela cruel de un instinto
De
algo que busco y no encuentro,
Caverna
odiosa, y al centro
Un
ojo para mirarla,
Luz
que en vez de iluminarla
Permite
que se entrevean
Vampiros
mil que aletean
Luchando por apagarla.
XXXII
¿En
dónde estás ¡oh verdad!
Oh
rabia del alma mía,
Concierto
de la anarquía,
Ley
de la contrariedad,
Amor
del odio, equidad
De
tantas iniquidades,
Beldad
de monstruosidades,
Tu
razón, ¡oh Creador!
Para
ver crimen y error
Sin
que al surgir lo anonades?
XXXIII
¿En
dónde estás ¡oh hermosura!
Que
de ti no más que el nombre
Diste
a otro ser como el hombre,
De
arcilla y de desventura;
Esa
ingeniosa impostura
Que
al tacto se disipó
y
sólo acibar dejó,
Y
el vivo rastro infelice
De
otro eslabón que eternice
El
llanto que le costó?
XXXIV
Pobre
mujer, sea cual sea
Tu
elevación o tu afrenta,
¡quien
habrá que hombre se sienta
Y
sin caridad te vea!
La
más feliz se crea
Es
mártir aún de sus dichas,
Y a
las demás, entredichas
como
sombras del festín,
No
tocó ni el bien ruín
De
desahogar sus dichas.
XXXV
Gente...
y más gente... y más gente
Pasa
delante de mí,
¡Oh!
qué triste es ver así
La
humanidad en torrente!
ignoro
cual es su fuente
Y
en qué mar se perderá;
Mas
de cierto juro ya
Que
en el ser de cada uno
El
aguijón importuno
De
la desventura va.
XXXVI
¡Dardo
que nunca se embota,
Elemento
creador!
Inmenso
pan de dolor,
Que
la humanidad no agota,
Gaje
fatal con que dota
La
existencia a cada cual,
Genio
insaciable del mal,
Demonio
¡sombra del hombre!
¡Dí
quién eres, dí tu nombre
Para
maldecirte tal!
XXXVII
¿Eres
la serpiente horrenda
Que
en su torva fantasía
Vió
el escadinavo un día
Ciñendo
el mundo tremenda?
Como
con perpetuo delenda
Oigo
su ronco silbar.
Y
estrechando sin cesar
Sus
férreos anillos duros,
¡Hace
en sus ejes seguros
Gemir
el orbe y temblar!
XXXVIII
¿No
te basta el mundo? ¡Dí!
¿Son
pocos tantos millones
De
infelices corazones
Engendrados para ti?
Supremo déspota aquí,
¿Pasa
de aquí tu poder?
Y
aún no harto con hacer
De
la existencia un infierno,
¿Siempre
que el hombre sea eterno,
Como
él, eterno has de ser?
XXXIX
Un
tiempo la idolatría
Preces
y altares te alzó
Y
al Dios del bien lo negó
Y
en ti a Dios reconocía
Te
palpaba, te tenía,
Mal,
soberano iracundo
Cual
si con desdén profundo
Dios
de su obra avergonzado
Hubiera
en tu pro abdicado
El
triste imperio del mundo.
XL
¡Ah!
¿qué no tiene el Señor?
Nunca
agotarán sus manos
Sus
oceanos de oceanos
De
felicidad y amor;
¡Venid!
dijo el Creador,
«Que a mi banquete os convida
Mi
largueza» Estremecida
Natura
hirviente fundió,
Y
el hombre nació... ¡y nació
Llorando
el don de la vida!
XLI
Angeles
creó para sí,
En
el cielo y para el cielo,
Ellos
no bajan al suelo
A
perder el cielo aquí;
No
tan dichoso, ¡ay de mí!
Ha
sido el hombre creado:
Nace
para ser tentado,
Vive
en pugna y en error,
E
hijo de un mismo Señor
El
no es el predestinado.
XLII
Entre
dolores naciendo,
Miseria
y dolor mamando
Pecado
y llanto mirando
Sin
saber lo que está viendo:
En
su fuente van vertiendo
Desde
antes de la razón,
La
vida la tentación,
La
tentación el delito
Y
con éste, Dios lo ha escrito
¡Quizá
la condenación!
XLIII
Fuente
que de la montaña
Salió
ernponzoñada ya,
En
sus claras linfas va
Ponzoña
por la campaña;
Envenena
cuanto baña,
Corrómpese
ella también,
¿Y
quién la depura? ¿quién
La
vuelve a su manantial?
¿Quién
esa fuente del mal
Tornará
fuente del bien?
XLIV
Y
¡ah! con balanza traidora
Dotóse
a la criatura,
El
mal lo palpa y lo apura,
El
bien lo sueña. . . o lo llora:
Cuando
uno es feliz lo ignora,
Cuando
infeliz, bien lo prueba,
Parece
que Dios nos lleva
Libro
de cuentas extraño
Dándonos
íntegro el daño,
Para
que el bien se nos deba.
XLV
El
mal es piedra que cae,
Niágara
que se desprende;
El
hombre no lo suspende.
Su
propio ser se lo trae;
Parece
que nos atrae,
Que
él es nuestro fin preciso,
Y
que de haber paraíso
Sobre
este infierno, hacia él
Vamos
contra una cruel
Ley
que condenarnos quiso.
XLVI
La
tempestad nos presenta
Sus
iris por agasajo,
Un
rayo de luz los trajo,
Otro
rayo los ahuyenta;
Así
en la eterna tormenta
De
este infeliz corazón,
Si
luce gaya ilusión
En
el cielo del destino,
A
una pulsación nos vino,
Y
huye en otra pulsación.
XLVII
Siempre
el mal va acompañado
De
algo indeleble y eterno,
Y
él tiene mas del infierno
Que
del cielo al bien se ha dado:
El
bien como que es prestado;
Mas
¡ay! bien propio es el mal.
Y
aún las veces que el mortal
Fantástico
lo delira,
Tiene
su triste mentira
Más
verdad que el bien real.
XLVIII
El
recuerdo del placer
Es
el dolor de su ausencia
Y
nos duele en su presencia ,
El
tenerlo que perder.
Un
bien que no ha de volver
Es
un torrnento mayor,
Y a
fin de que su rigor
No
diese treguas al pecho,
Dios
en el recuerdo ha hecho
La
eternidad del dolor.
XLIX
Un
bien nunca satisface
Mientras
que el mal es sobrado
Y
el mal hace desgraciado,
Pero
un bien feliz no hace;
Y
tan predispuesto nace
El
hombre para el pesar,
Que
imbécil para gozar
Y
hábil para padecer,
Llora
su propio placer
Cuando
no halla qué llorar.
L
Duda
y exasperación
Dejan
los padecimientos,
Y
tedio y remordimientos
Deja
el goce al corazón.
Lágrimas
a un tiempo son
De
angustia y risa despojos,
Y
cuando libres de enojos
Más
inocentes reímos,
Bien
nos dice que mentimos
El
llanto que hay en Los ojos.
LI
Yo,
mísero, ya nací
Crisálida
de la nada,
Y
no ha de ser revocada
La
sentencia que cumplí.
Dispones,
¡oh mal! de mí
Y a
evitarte nada alcanza
Armada
de ti se avanza
La
eternidad luego en pos
Y
hay que dar eterno adiós
Al
sueño de la esperanza.
LII
La
vida es sueño- ¡Callad,
Oh
Calderón! estáis loco:
Hace
veinte años que toco
Su
abrumante realidad;
Yo
te palpo ¡Iniquidad!
¡Desgracia!
no eres fingida.
Que
si al placer dí acogida,
Un
instante aquello fue;
Un
instante en que olvidé
La
realidad de la vida.
LIII
¿La
vida un sueño? ¡Qué sueño
Tan
raro en su obstinación!
¡Siempre
el mismo! ¡Siempre Ixión
Volteando
en su hórrido leño
Siempre
en su bárbaro empeño
El
demonio que llevamos!
¡Ah!
con razón despertamos
Con lívida faz que aterra,
Yertos,
mordiendo la tierra
Que
en frío sudor empapamos.
LIV
No
es un sueño, es un delirio
Es
pesadilla infernal
De
un despierto, un criminal
Que
envejece en el martirio.
En
vano irónico cirio
Nos
alumbra la razón:
Entrevemos
salvación ,
De
dicha y paz hay asomo
Mas
¡ah! Los pies son de plomo
Y
es Tántalo el corazón.
LV
Duelo
y crimen sólo veo,
Duelo
y crimen sólo aspiro,
Al
mal un verdugo miro
Y
al mundo un inmenso reo,
Despechado
clamoreo
Oigo
alzarse eternamente,
Y
con hastío vehemente
Pasma
la imaginación
Que
esta sea la creación
De
un Dios amante y clemente.
LVI
¿Quién
sino el genio del mal
Improvocado
y sañudo
Revestirme
el alma pudo
De
carne flaca y mortal?
¿Quién
sino él a este raudal
De
corrupción me trajera
A
tornar en monstruo, en fiera,
Un
ente ávido del bien
Digno
sólo de un edén
Donde
feliz ser debiera ?
LVII
¿
Por qué, invisible sayón
Que
llamo y no me respondes,
Lanzas
el dardo y te escondes
A
mi desesperación?
Estoy
a tu discreción,
Invulnerable
enemigo;
Sáciate,
apúra el castigo,
Triunfa
y goza en mi dolor
Mientras
yo, vil gladiador,
Te
saludo y te bendigo.
LVIII
«Ama,
cree, sufre y espera»,
Me
dirá, «que aunque te espante
La
vida, es sólo un instante
De
probación pasajera»
¡Señor!
por corta que fuera
Fue
sobrada para mí
Si
el instante que viví
Bastó
para condenarme,
Bastó
para exasperarme,
¡Hasta
blasfemar de ti!
LIX
¡Cómo
es posible, Dios mío,
Que
haya tantos, tantos tristes
Cuando
tú, oh Señor, existes
Con
tu inmenso poderío,
Y
cuando de tu albedrío
Solamente
a la intención
En
lluvia de bendición
Sonreída
a nuestro ruego
Volviera
la vista al ciego
Y
al demente la razón!
LX
Esta
abdicación que has hecho
De
tu excelsa voluntad
En
mal de la humanidad,
Aunque
intentada en provecho,
He
aquí el correntoso estrecho
Y
el escollo en que caí,
Y
yo no puedo ¡ay de mí!
Juzgar
de tu providencia
Sino
con esta conciencia
Con
que a juzgarme aprendí.
LXI
¡Sabios
funestos, callaos!
El
caos físico ha cesado,
Pero
el que lo hizo ha dejado
Al
espíritu en un caos.
¡Pobres
hombres! revolcaos
Mintiendo
felicidad;
Yo
entre tanta oscuridad
Rebelde
contra mi suerte,
Ansío
deberle a la muerte,
O
la nada o la verdad.
Pombo, Rafael. 18
poemas de Rafael Pombo. Visitado 24/04/2021: http://www.comunidadandina.org/bda/docs/CO-OC-0002.pdf
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