miércoles, 22 de mayo de 2013

ACORDÁNDOME DE MÍ.


No me consta que la vida es un ciclo, mejor me aferro a mi familia, a mis amigos o quizá a Dios, sí… tal vez por tranquilidad, no sé, ¿por qué nos aferramos a la emoción? ¿Quién lo sabe? Y el que lo entienda y pueda responder que no lo diga, es superior la vida con designio sin sentido, sin explicación, sin normalidad, sin mismidad, temerosos del futuro pero con desarraigada pasión del presente, cuesta visualizarse adelante porque están las adustas ilusiones de la vida, y que tal si fallo, que pasaría si la ilusión no es.

A mis padres quisiera decirles cuanto los quiero pero no encuentro la confianza, un abrazo, una caricia en sus cabellos canos, recuerdos, risas, y en el fondo es algo más profundo, es como la esencia del sahumerio, está presente el olor y lo sabemos distinguir, pero está la postura espiritual, la intangible, la que lleva la mano a la caricia, y esa misma es la que se apena para un te quiero, para contar los planes del futuro, pero… ¡cuánto los quiero!  ¡Cuánto los quiero!

Desde niño con los mismos, nadie ha cambiado, trabajan, unos más “avispados” que otros, otros no están a veces, se recuerdan en la alucinación del olor del cannabis,  pero son los mismos, con más “mañas” o más idos, son los mismos, somos los mismos, sin vidas extraordinarias, a no ser que una madre pague para que lo publiquen en la página social del periódico local el día de su cumpleaños y además agreguen en el pie de foto, “el cumpleaños se llevó a cabo en un prestigioso restaurante de la ciudad” y uno pudo ver que almorzaron en la casa arroz chino, son ellos, somos así, son las costumbres las que nos mantiene juntos, si yo tengo una ilusión a futuro ellos ya las perdieron, porque temieron profundamente, se arriesgaron y buscaron comodidad, yo también tengo miedos, no estoy cómodo pero no quiero  la comodidad de un salario y encontrar la alegría en la fiesta de fin de semana, pero estamos todos en lo mismo sin vida extraordinaria y creyéndonos importantes.

Le escribiré una carta a la mujer que amo, quizá la lea con su amante, el de la impostura, el que ella no conoce y cree conocer, porque mira los amores cuando inician las declaraciones cuanta mentira, cuanto temor a la soledad, incluso yo le escribiré, le diré que la amo así como se deben amar los hombres, con desgracia, entregados hoy porque mañana se puede acabar la magia, la costumbre se filtrará entre los dos quizá, además quien conoce mis anhelos, hoy tengo unos, mañana… mañana…  lo más seguro es que sean otros, por eso le escribiré para que recuerde que alguna vez la amé...  

En silencio intento hallarte, buscarte y buscarme una explicación, igual que “la hora de tinieblas”, pero me manifiesto en silencio, y actuando en voz alta voy a la iglesia, no pregunten por qué, no hay respuesta, bueno… sí la hay, pero no la quiero escuchar, Erick Fromm la conmemora con rudeza, ¡ay Dios! con nostalgia te repaso en mi desgracia, y en mi dionisiaca vida ni te me cruzas por la memoria, así es mi relación contigo, a fin de cuentas mi vida no depende del azar pero cuanto me gustaría, y aún estoy pendiente de una señal porque este camino se torna rocoso y estoy descalzo.

El contexto ya no está, escudriñando intrínsecamente se va agotando la verdad, una vida falsa, una muerte segura, quiero olvidarme de mí y ser realmente quien soy, por ahora estoy sereno en un viaje literario de pasiones inciertas, emociones imprecisas que me sosiegan, que me dejan en la tranquilidad de la ignorancia… ¿y tú, amigo, todavía estás?