jueves, 2 de marzo de 2017

La posmodernidad y la aventura del arte en el capital.

Las expresiones artísticas evidencian de una u otra manera la cultura, manifestamos certeramente nuestras experiencias intimas que absorbemos de la sociedad que nos determina, incluso en ocasiones, nos somete, por ello, el arte en general, es tan contestatario como sumiso, sin embrago, las nuevas propuestas artísticas, conservan consigo un tono anarquista contra el sistema, paradójicamente al que también intentan ingresar.
Con esto en mente, me aventuraré a desafiar las aguas turbias[1] de la posmodernidad, esa época tan efímera pero tan determinante en nuestra concepción del arte actual y producción económica del mismo, es verdad que desafió muchos esquemas totalitarios en cuanto a las posturas intelectuales, comportamentales y teóricas, para proponerse como movimiento, adentrándonos a su perspicaz y consciente caos, dentro de un mundo capital que evidentemente tiene como Dios y juicio, la producción en masa, tanto económica como social.
Ahora bien, uno de los más grandes expositores sobre estos temas un tanto resbaladizos, es sin duda Jameson, quien deja en evidencia –quizá- desde una postura Marxista, la relación de producción cultural y capitalismo, y sin titubeo alguno, ese trance contestatario contra el modernismo tan culto y si se quiere clásico, mostrando de esta manera una época que se mueve en medio de avances tecnológicos como parte de un proceso de globalización, siendo pues, una forma de cosificación, que entra al mercado como una tendencia más de la moda, convirtiéndose por lo tanto en un evento de consumo rápido y para todas las esferas sociales, sin importar la comprensión de la obra, sino el consumo, de ahí que evidenciemos una contra-respuesta a la modernidad, donde el contenido en sí mismo tenía un contexto significativo y exponencial, mas no, meramente estético y artificial como comienza a presentarse en la posmodernidad.
La verdad, es que este adorno estético, donde ya todo asume una naturaleza artística en sí misma, debate un tema político fuerte e intrincado, en el cual se desenvuelve un proyecto controlado por los que tienen el poder (económico), y que la sociedad asume inocentemente porque son parte del proceso de nuestra evolución:
La fabulosa proliferación actual de los códigos sociales en las jergas profesionales y disciplinarias (y en las señas que afirman la adhesión étnica, de género, racial, religiosa y de grupos) es también un fenómeno político, y esto lo demuestra con creces el problema de la micropolítica. Si las ideas de una clase dirigente fueron una vez la ideología dominante (o hegemónica) de la sociedad burguesa, hoy los países capitalistas avanzados son un campo de heterogeneidad estilística y discursiva carente de norma. Líderes sin rostro siguen aplicando las estrategias económicas que constriñen nuestras existencias, pero ya no necesitan imponer su discurso (o son incapaces de hacerlo); y la cultura postliteraria del mundo tardocapitalista no sólo refleja la ausencia de todo gran proyecto colectivo, sino también el desvanecimiento del viejo lenguaje nacional. (Jameson, 1991: 9).
Aquí evidenciamos, no sólo una política de comportamiento y de control de masas, sino la apropiación de nuevas estructuras estéticas, que irán a componer las manifestaciones artísticas nuevas y dotarán significados universales dentro del medio que las consume, o sea, en la sociedad.
Con todo esto, evidenciamos que existe un cambio, por lo tanto la historia se sumerge causalmente dentro de los forasteros procesos creativos, si bien los románticos desearon plasmar lo absoluto dentro de su obra, e indagaban y deambulaban en los detalles más significativos para acrecentar su valor; los receptores de cierta manera debían tener un conocimiento perceptivo y complementar el contenido tanto espacial como temporalmente; todas estas envolturas quedaron en el limbo dentro del posmodernismo, perdían moderadamente su capacidad subversiva y elocuente para señalar los procesos políticos contingentes, y las propuestas quedaban relegadas especialmente a la economía de masas, siendo difícil evidenciar las tendencias políticas, si es que existen dentro de la propuesta artística, dejando la obra sujeta a una representación de los pasos comunes de la sociedad, o como bien lo expone Jameson:
Pero este hipnótico nuevo modo estético surgió a su vez como síntoma preciso del declive de nuestra historicidad, de nuestra posibilidad vital de experimentar la historia de modo activo. No se puede decir, por tanto, que produzca esta extraña ocultación del presente por su propio poder formal; más bien, habría que decir que sólo demuestra las enormes proporciones de una situación en la que cada vez somos más incapaces de forjar representaciones de nuestra propia experiencia actual. (Jameson, 1991: 12).
Por ende, vemos que el arte al servicio de la historia –mas correspondiente a los modernistas- observaba un mundo plano, sin hostilidad, donde los regímenes políticos y sociales estaban concentrados en la elite, es decir, había un público selecto que entendía y no contrarrestaba las opiniones de lo establecido, aunque entendían que los cambios industriales y tecnológico los estaban absorbiendo, por ello en muchas creaciones románticas evidenciamos una nostalgia, una rebeldía que buscaba una razón para vivir, mientras con los posmodernistas, todos estos esquemas desaparecen, incluso, la vida misma no tiene sentido, y sentirla es una elección tan ilusoria como las propuestas artísticas que se quedaron humanizando y capitalizando, en lo banal, en el sin sentido, pues la meta es sólo encajar en el movimiento, y el estar excluido no fue una opción.
Por otra parte, Linda Hutcheon, opone esta teoría de Jameson, buscándole un sentido a lo contemporáneo, ella dice: “aquilo que quero chamar de pós-modernismo é fundamentalmente contraditório, deliberadamente histórico e inevitavelmente político, Suas contràdições podem muito bem ser as mesmas da sociedade governada pelo capitalismo recente, mas, seja qual fora o motivo, sem dúvida essas contradições se manifestam no importante conceito pósmoderno da "presença do passado". (Hutcheon, 1992: 17). En esta postura se evidencia lo que hemos venido exponiendo desde Jamenson, sin embargo acá hay algo de suma importancia y quizá le da un valor agregado, eso es: el pasado; ese extraño evento que ya existe, que sin embargo nos empeñamos en vivir, o parafraseando el texto de Linda Hutcheon con la posmodernidad no hay un retorno nostálgico, sino una nueva propuesta estética, un nuevo lenguaje, un dialogo irónico con el pasado, por lo tanto, es desconocido y se empeña en demostrar el presente, el momento, más allá de concordar la idea, de que es un acto especialmente capitalista y un tanto esnobista.
Sin embargo, para Hutcheon la historicidad artística del posmodernismo está más allá de la mera meta-ficción y los relatos románticos, incluso se atreve a decir que la gran propuesta de los posmodernos, está en la formación de la cultura de masa como fuerzas totalizantes que existen para desafiar, evidenciando en ello, que los posmodernistas en realidad no es que no reconocieran el pasado, simplemente, intentaron omitirlo siendo conscientes que existió, es decir, desafiaron el pasado pero no lo negaron, simplemente lo dejaron en el recuerdo social muy aparte de sus nuevas propuestas artísticas.
Las diferencias posmodernas son múltiples e imprevistas, pese a ello y al mundo globalizado que se suscribe en los actuales momentos, algunos artistas pueden llevar sus obras a otras esferas sociales, y son aceptadas dentro del plano estético, más allá de su contenido “romántico”, como bien lo expresa Anthony Kwame Appiah.
Por lo tanto, ese sujeto posmoderno que presenta Hutcheon, es un ente en sí mismo original, nacido de un pasado contingente, y proyectado a vivir el ahora con la vacuidad contestataria del sin sentido, como reforma de su propia existencia, adverso a lo que planteó Jameson, donde este sujeto no tenía ni siquiera una postura artística más allá de la simple representación caótica del mundo perdido, es así que el posmodernismo tiene sentido, no sólo desde su angustia por ser y existir, sino desde la misma protesta de seres humanos malgastados y sin visualización a futuro, contrarrestando las oposiciones de su obra, especialmente en la literatura y en la pintura, como bien la sustenta Hutcheon, siendo así no ya un movimiento cerrada y homogéneo, sino abierto y amplísimo, que recibe todas los actos sociales, especialmente el capitalismo y la moda como esencia cultural.
Ahora, interesa plantear, que el posmodernismo por tanto, se contrapone paradójicamente, a las propuestas que ellos mismos plantean, discutiendo todos los sistemas de argumentación:

A arte pós-moderna afirma de maneira idêntica, e depois ataca de maneira deliberada, principios como valor, ordem, sentido, controle e identidade (…), que têm constituído as premissas básicas do liberalismo burguês. Esses princípios humanísticos ainda atuam em nossa cultura, mas muitos acreditam que eles já não são considerados como eternos e imutáveis. As contradições da teoria e da prática pós-modernas se posicionam dentro do sistema, e mesmo assim atuam no sentido de permitir que as premissas desse sistema sejam consideradas como flcções ou como estruturas ideológicas. (Hutcheon, 1992: 28).

Por ello, es pertinente dejar claro, que los posmodernistas entienden todos estos valores implantados socialmente, pero los atacan, y eso permite en gran medida que la posmodernidad no sea un simple acto de momento y sólo para la elite, sino que abarca la sociedad en pleno, así como lo explica Hutcheon  cuando dice que la cultura con “C” mayúscula y la cultura con “c” minúscula son para ellos (los posmodernistas) un circulo expositivo de iguales magnitudes.

Appiah por lo tanto, nos invita a ver este acontecimiento posmoderno como un inicio general del arte, pues argumenta[2] desde las exposiciones a nivel global, tanto para los nuevos artistas que muchas veces crean desde sus experiencias locales, y que intentan globalizar sus propuestas de forma concreta, opciones que como bien lo dice Appiah, antes eran más limitadas o casi nulas. Estas aperturas que permiten ese sincretismo cultural, detallan los nuevos contextos artísticos que se dan desde diversos puntos de vista y son aceptados sin importar la mímesis o la dialéctica regional que contengan. Apiahh se vale de ejemplos africanos, para dejar claro que ahora el arte de áfrica, con sus salidas al exterior, tiene excelentes acogidas y oportunidades para los artistitas que tiempo atrás, el presentar su obra por fuera de sus países era apenas una utopía, haciendo estas obras parte del baluarte comercial que trajo consigo la posmodernidad.

Es interesante la observación de Appiah, porque refleja la influencia que ha tenido África con respecto a la cultura de occidente, a partir de los actos mercantiles del posmodernismo, incluso se interesa por exponer unos ejemplo postcoloniales, donde se evidencia que esos trazos que sufrieron con el colonialismo fueron absorbidos rápidamente por los africanos y adaptadas a sus costumbres, hecho que se puntualiza como substancia mas no en forma con el posmodernismo.

Entendemos entonces, que para Appiah el posmodernismo es esa ventana al otro mundo tanto para mostrar como para ver, y que al contrario del postcolonialismo permite una expresión completa de los artistas, porque las obras no serán simplemente para una comunidad especifica sino que ahora son un evento sin límites de referencia.

Con todo lo anterior, vemos que la postura de Jameson de un posmodernismo meramente capitalista, es en cierta medida grato para las manifestaciones artísticas venideras y las que ya lo viven o están viviendo, pues Appiah y Hutcheon lo exhiben no sólo como un mercado leguleyo, sino que ejerce en sí mismo un poder de globalización, que permite un sincretismo y un multiculturalismo amplio, sin restricción de genero social. Si algo es evidente es que estamos en un momento occidental, donde la estética y la gran mayoría de las ordenes sociales están establecidas, pero no cerradas y bien el posmodernismo nos ha  acercado de una u otra manera, en ocasiones hasta inconscientemente, porque muchos de nuestros actos sociales locales, ya están viviendo ese momento, el aquí y ahora que Jameson detalla.

Finalmente, deseo decir, que con la posmodernidad, hay un encuentro con la totalidad, y debemos comprender, que los fuertes imperativos de la historia ya no serán más esas ideas regionalistas, de patria, pueblo y Dios, sino que a partir de ese momento se presentan como globales, es la nueva forma de escribir la historia, de ordenarla sí es que tiene un orden, pero más allá de esto y de las propuestas un tanto recalcitrantes de los estudiosos de esta época, la posmodernidad se suscribe como un acto nuevo, que permite todo, hasta lo prohibido, sin dejar de ser erudito, en realidad no es un movimiento banal, sino un ignorado proceso estético, que paradójicamente se mueve entre lo intelectual, y lo más banal y satírico de la sociedad, siendo así ambivalente y con un contenido franco por no estar limitado a ninguna esfera social, incluso la postura meramente capitalista y esnobista lo enriquecen como proyecto humano, dentro de un mundo que cada vez más se empeña, en un contexto global de convivencia.







Bibliografía.


  • Jameson, Fredric. La lógica cultural del capitalismo tardío. Atocha: Madrid (España) 1992.
  • Appiah, Kwame Anthony. Na casa de meu pai. O pós-colonial e o pós-moderno. Editorial Contraponto (Brasil) 2007.
  • Hutcheon, Linda. Poética do pós-modernismo. Editorial Imago: Río de Janeiro (Brasil) 1991.


[1] La posmodernidad, no tiene en si una fecha exclusiva y exacta que la determine, sin embargo en un laxo de tiempo presuroso rompió los esquemas de la modernidad y se sostienen muchas de sus posturas hasta ahora.
[2] En el libro: Na casa de meu pai, en el capítulo: o pós-colonial e o pós-moderno.